Quantcast
Channel: Academia de Chimpancés (con peluca)
Viewing all articles
Browse latest Browse all 412

La cara B

$
0
0

No todo era maravilloso.
Ayer hablábamos de la importancia de las cassettes de gasolinera a la hora de vertebrar el territorio y conformar un bagaje común, un trasfondo musical y sentimental que nos ha acompañado hasta el mismo borde del abismo. Pero ojito, entre esos armatostes diseñados para la felicidad se escondían algunas trampas, como virus informáticos que se emboscan en un diskette o en una página de esas de amor fuerte.

Me estoy refiriendo a ese momento en el que te dabas cuenta de que te intentaban dar gato por liebre.
Qué rabia da eso ¿verdad?. Llegas a un restaurante, miras la carta y ves que la langosta cuesta 50 de los antiguos ecus, te levantas de la mesa con dignidad y sales a escape, como alma que lleva el diablo. Entras en el restaurante de al lado. Langosta a 1,5 ecus. Desconfías pero te la juegas.
El plato es delicioso, aunque tu intuición te dice que no es langosta. Sigues al camarero a la cocina, sigiloso como un ninja diplomado. Y allí descubres el pastel. Eso que parece langosta es una ficción en forma de langosta, fabricada con gelatina y gusanitos de esos naranjas.
¿Quién podía imaginar el engaño? ¿por qué lo ganga nos tendría que hacer desconfiar?

Pues esa trampa se repetía en las gasolineras. Tenías allí las cassettes de Julio Iglesias, de Dyango, de José Luis Perales y todos esos astros de la canción ligera. Todo tan tan barato que uno estaba deseando creer...
A qué genio del mal se le podía ocurrir dar el cambiazo de esa manera. En lugar de Raphael aparecía otro señor. Que a lo mejor se llamaba también Rafael (con F, claro), homófono pero sin el timbre, ni la templanza y personalidad del artista original.
Era una suplantación absoluta. Anunciada en letra muy pequeña (fueron empleados microscopios en esta investigación). Era lo mismo pero no era igual.

Atentos al negocio y a la paradoja. Y aquí es donde reside la lírica del asunto y el corazón de este post salvaje.
Vivimos tiempos de top manta, de descargas, de copy+paste, de clonación industrial. Pero en aquellos tiempos felices de vigor proto-democrático no se conformaban con esa minucia de las cintas piratas (que las había también, en otro mercado underground muy necesario), se proponían regrabarlas desde el principio.

Había peligro, queridos amigos. Uno tenía que tener un cuidado enorme.

El expertos del marketing inventado de los 80 intentaban confundirte. Con todo éxito.
Sabían que te gustaba mucho una cantante, esa tal Cecilia. Y te acaban vendiendo la cinta de Cecilio.



Joder, si me gusta Cecilia me tiene que gustar por fuerza Cecilio, y te la colaban y sacabas la billetera a pasear.

Si tenías en el coche una cinta de Los Chichos que había hecho más kilómetros a tu lado que el sol... ¿cómo no arriesgarse con sus primos?



Si te gustaba Camarón.,.. algo tenía que tener su sobrino ¿no? Aunque pareciera adoptado.



Si disfrutabas con Los Chunguitos, por qué no arriesgarte con sus hermanas...



Vivíamos rodeados de emboscadas.
Pero a ver... ¿qué se podía esperar? Aquellos eran tiempos confusos y turbulentos.



Viewing all articles
Browse latest Browse all 412

Trending Articles