Yo vengo aquí a darlo todo. Me entrego en cuerpo y alma a vosotros, como podrá comprobar cualquiera que lea mi post anterior sobre la ropa de abrigo, prendas que pican y otros asuntos que parecen mundanos pero esconden pelotillas de poesía.
Vengo aquí con fuerza, empuje, ilusión, despliegue máximo de los atributos que adornan al mono (no en sentido literal). A pesar de ello, hay ocasiones en las que no sé de qué escribir exactamente. Y cualquier lector avezado se acaba dando cuenta, aunque sea en mitad del segundo párrafo.
Por eso, mientras espero a que la vida me dé un manzanazo newtoniano que poder venir corriendo a contar, propongo, sin que sirva de precedente, un juego perverso a los amables comentaristas a sueldo de esta Academia.
Si nadie participa, obviamente, movilizaré a mis familiares. Y si tampoco surte efecto, me comentaré a mí mismo con nicknames inventados.
El juego consiste en decir 4 palabras (o conjunto de palabras, si es de ley) y yo estaré obligado a escribir un post que las incluya..
Como cuando hacíamos los sorteos para las semanas temáticas, ¿os acordáis? Seguro que no.
4 palabras. Igual que las que le decían a Moncho Borrajo para que se inventara una canción. Aunque él tenía los trucos básicos del buen freestyler y mucha prisa. Yo tengo tiempo y algunas ventajas enormes: no tengo que rimar y os va a dar igual si el resultado queda regular.
Creo mucho en las asociaciones de conceptos extraños como espoleta de la creatividad.
Y también como paso previo a mi inminente ruina bloguera.